domingo, 15 de agosto de 2010

Impotencia Sentimental

Ok. Reconozco que me merezco -o mejor dicho, nos merecemos- el Martín Fierro a las boludas del año. Convertirnos en un grupo inseparable en la segunda mitad del último año de secundaria solo lo podemos hacer nosotras, pero me alegra por sobremanera saber que llegamos a convertirnos en eso antes de que terminara el año porque el nivel de importancia que tienen en mi vida ni se lo imaginan. Si se midiera del uno al diez, creo que con un diez mil me quedaría corta.

Igual acepto que está buenísimo, porque estamos viviendo cinco años de amistad que no se dió por distintas casualidades -Juro y súper juro que nunca me caíste mal M, soy ortiva por naturaleza, hasta que me conocés realmente- en medio año, además es la última mitad y estamos todos sensiblones y por grupos, estamos más unidos -todavía más si es posible-.

Y no sé si a alguien alguna vez le pasó, pero a mí me pasa, y ahora, me está pasando. Es una especie de impotencia sentimental. Es sentir que querés demasiado a una persona y por más que la abraces y le digas que la querés y le regales cosas -aunque sean cartelitos medio feuchos en algún colectivo- y se mantengan todo el día en contacto, no es suficiente. Son como unas ganas terribles de gritarle al mundo que amás a esa amiga incondicional que tenés al lado y que está como si fuera una hermana más de las que aparecieron hace muchos años en tu vida.

Y es así, en este momento siento una impotencia sentimental por ellas, que hacen que mis días sean muchísimo más felices.

Amigas, las mejores que soñé♪
Cuando río sos mi risa, cuando lloro sos mi llanto♪
Un amigo es una luz, brillando en la oscuridad♪
Un amigo es todo, el camino, la luz, el corazón, los sueños que soñamos... un amigo es arriesgar con alguien a tu lado y estar por siempre acompañados, porque un amigo es la fe y la confianza en vivir para seguir codo a codo en la vida, el que te ayuda a volar, el que te empuja a buscar la salida♪
Amigas las mejores que soñé♪
Y podría seguir toda la vida, porque para ellas no alcanzan todas las canciones del mundo.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Confesión dos

Por momentos me siento como una especie de Monk pero un poco menos psicótica con la limpieza.

Pánico

El problema no es que se hayan terminado las vacaciones, el problema es saber que el tiempo se acaba. No quiero terminar. No quiero que se termine el año. Hoy fue como una especie de reencuentro, un volver a empezar pero con las emociones completamente cambiadas. Fue empezar, sabiendo que era la última vez que empezábamos después de las vacaciones de invierno, todos juntos. Empezar de cero, con C que se volvió a unir a la rutina. Empezar de vuelta, juntos.
Y no, no es que le tenga miedo a la UBA, ni a equivocarme con psicología, ni siquiera me preocupa tener que hacer el CBC en quince años porque mi coeficiente intelectual no sea suficiente como para aprobar las materias, pero es una sensación extraña en el pecho.
Odio las despedidas, y en cuatro meses se viene una que va a ser bastante importante en nuestras vidas... y no quiero.

Quisiera que esto dure para siempre... ♪

domingo, 1 de agosto de 2010

¿Qué pasó?

Me parece que es hora de darle vida al bloguito, nuevamente, y qué mejor manera que contando algunas anécdotas de estos diez días que se convirtieron en una de las mejores semanas de mi vida? Y por más que no haya sido la primer anécdota de todo el viaje, el famoso "qué pasó?" no se puede quedar afuera, y es lo que le va a dar la apertura a los posteos barilochenses que se vienen.

Fin de la cena, a unas horas de salir a bailar. Algunos arreglándose, otros paseando por los pasillos, otros haciendo jodas con shampoo y pasta dental, otros filmando, otros sacando fotos... cada uno en la suya, hasta que se empezaron a escuchar murmullos.

Todo el primer piso estaba intentando averiguar qué era lo que había pasado, y las averiguaciones no tardaron en llegar al segundo, ni mucho menos al tercer. Todos nos cruzábamos preguntando "¿Qué pasó?" con una preocupación digna de los momentos finales de un culebrón. Algunos más profesionales, salían de sus habitaciones a medio cambiar, despeinados, con zapatillas en la mano, y la mitad del maquillaje, para darle más emoción a la escena.

Y del tercer piso, no tardó demasiado en llegar al séptimo, la gente empezó a bajar, para averiguar qué era lo que había pasado y nos tenía tan inquietos a todos. Algunos coordinadores salieron de sus habitaciones corriendo por si había algún accidentado, y hasta ellos empezaron a preguntar qué era lo que había pasado.

Finalmente, la gente descubrió qué era lo que pasaba. Nada más y nada menos que una joda. La realidad era que no había pasado nada, simplemente era una broma para hacer subir al guardia, y subió y empezó a revisar todos los pisos, y hasta querían pasar a revisar si estábamos alcoholizados, por la boludez que estábamos haciendo...

Lo que me reí, no tiene nombre.

Che, pará ¿Qué pasó?