
Estoy acostumbrada a desayunar sola, y estoy acostumbrada a que al chuzón a la mañana no pueda dirigírsele la palabra, pero fue diferente esa vez, porque no solo vino, sino que me preguntó si podía tomarse mi jugo, y le dije que sí pensando que era una broma, pero no, se tomó la mitad del vaso.
Media hora más tarde estábamos todos listos, y decidimos salir porque sino no íbamos a llegar a tiempo al hospital. Viejita bajó del auto y fue a esperar su turno para el exámen que tenía que hacerse, mientras nosotros buscábamos un lugar para estacionar. Caminamos hasta el hospital y fuimos hasta donde Viejita estaba esperando que fuera su turno. Cuando la vimos, nos acercamos como si todo hubiera sido una casualidad y la saludamos como si hiciera mucho tiempo que no nos veíamos, y después nos quedamos parados en el fondo al lado del ventilador. Viejita se daba vuelta y nos decía que nos fuéramos a sentar con ella y nosotros hablábamos entre nosotros, diciendo que no había tanta confianza como para ir a sentarse con la mujer con la que acabábamos de encontrarnos, para seguir la corriente al chiste malísimo que estábamos haciendo.
Salimos del hospital y fuimos al Abasto, a dejar el auto en el estacionamiento, y tomarnos el subte, pero antes llevamos a Viejita a desayunar algo, y nos pusimos en el papel de padres responsables y la retamos por no cuidar su salud. Caminamos muchísimo, en pleno centro, abajo del sol, desde el medio día hasta las tres de la tarde más o menos, que volvimos al abasto para almorzar y caminar un rato.
Finalmente subimos al auto, y empezó una serenata. Los tres cantando Montaner a todo pulmón, para después hacer un dúo actuado de No me ames, hasta llegar a casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario