No estoy muy segura de cuál es el efecto que produce el otoño en las personas. Sé que muchas se volvieron venenosas y me envenenan. Igual no es ninguna novedad para mí, lo sospechaba desde hacía un tiempo, pero no sabía que había tanto veneno, y mucho menos que mis sospechas eran verdaderas.
Me pidieron que no me deje envenenar, que no me deje engualichar, que no me deje. Se vuelve un poco complicado no dejarte, cuando te clavan los colmillos porque estás distraído. Ahora el veneno está viajando por todo mi torrente sanguíneo, desde la cabeza a los pies y me tiene un poco enferma. La mordida todavía no cicatrizó y el veneno no se diluyó, duele un poco. Eso no es lo peor, lo peor es que es justo y necesario. Lo peor es que me hace bien, aunque en este momento sienta cómo el cuore corazón está cortado en fetitas sangrando, y cómo no, abosrbiendo también, porque yo siempre absorbo. Lo peor es que los verdaderos envenenados son los del veneno y no las víctimas. Las víctimas se fortalecen, crecen, descubren pósimas infalibles contra todo tipo de mordedura, ¿Pero los venenosos? Se achican, se debilitan y no son capaces de elaborar nada en contra de las pósimas de los envenenados. En este momento soy una envenenada, pero la verdad es que no puedo estar más feliz.
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