También se estrella, se hace pomada contra el piso, y remonta vuelo, porque no puede no remontar. Un ala rota, tres plumas menos, estrellada (sí, estrellada y lejos de ser estrella), y sin ganas de nada, pero volando, como siempre. Y la verdad es que da igual. Da igual que me haya estrellado, que me haya hecho pomada y que me haya dolido muchísimo. Y si encima tenía facilidad para las palabras, la perdí en pleno vuelo.
La hija de la Luna vuela, pero no necesita ningún tipo de inyección, o aspirar, o fumar algo, sino que vuela porque le gusta volarse, y porque le hace bien. Vuela, porque, de alguna manera, se escapa del mundo, y se transporta a este, donde puede decir y hacer lo que quiera, sin importarle absolutamente nada. Vuela, y siente una especia de libertad que le gusta bastante, pero que a veces la limita demasiado y la indigna. Vuela, porque no le queda otra que seguir al resto de las golondrinas.
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