lunes, 7 de diciembre de 2009

Cuando un electrodoméstico se va

Queda un espacio vacío que no se puede llenar con otro electrodoméstico. Electrodomésticos go home! El único que necesito es el mío, cerebro, mi compañero de ruta que me acompaño hasta en los momentos más difíciles, recibió mensajes de X, mandó mensajes desde todos los rincones del mundo y se conoció Avenida Cruz bien de cerca, el que vivió a mi lado casi cinco años, y poco a poco se está muriendo. Perder un electrodoméstico es morir, es tener el alma devastada, ir a la deriva sin luz y sin salida. Me duele en lo más profundo de mi alma la idea de que Papá Noel va a traer su reemplazo, yo sé que va a bajar las escaleras, y me va a ver con el reemplazo y va a subir vibrando mientras de ringtone va a tener "Por un samsung, por un samsung" y sí, el amor es así. Y el amor entre electrodomésticos es tan profundo que uno tiene que saber distinguir entre una heladera Whirpool, de las buenas, de las que tienen televisión, hielera (o como se llame), radio, te hace la tarea y te alcanza el papel higiénico, y una Liliana que no quiere nadie (sin ofender). Entre un LCD y una te vé en blanco y negro, con golpes, escondida al final de la góndola, porque si uno no distingue bien, el vendedor de Garbarino le da la Liliana al que tenía que ser dueño de la Whirpool, y los recién casados, que soñaban con que su heladera les alcanzara el papel higiénico en las emergencias, se tienen que bancar una pedorrada nacional.
Así no señores! Luchemos por un mundo en el que los electrodomésticos tengan dueños que se correspondan, donde el amor de sus frutos, y donde no haya pérdidas.
Porque cuando un electrodoméstico se va, no hay reemplazo que equivalga.

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